A un arroyo que corre
a Gabriel Landoni
Vierte rumor de mundos indistintos
Y amparo de ciudad deshabitada;
El proceloso mar no es tu morada
Ni la blanca llanura tus recintos.
Te agrada en cambio la apartada fuente
Que llora su color, cristal nimbado,
O porque alguna estrella te ha mirado
Y se ha dormido en ti su luz riente.
El número verbal, la paz arcana
Alivian tus calladas agonías;
Como el otro pastor de la palabra
Que muda el lirio en apariencia vana
Y a la cinérea dalia en alegrías
Igual despierta, que la tarde labra*.
* debe entenderse aquí como en la línea de Ernesto Romano: la tarde
hace sola su tarea.
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