viernes, 18 de enero de 2013

Ecos de un pasaje proverbial


Ecos de un pasaje proverbial

Ya no puedes mirar en la alta aurora
De rosados dedos*,
El ruiseñor que empieza
A modular su canto cuando es noche,
Muy de mañana, en la nocturnidad
De las acacias*,
En el silencio de la noche apenas,
Cuando el rocío llena las corolas*.
Cerca, sobre umbría de mirtos
Hay una fuente clara
En ella beben las sagradas aves
Luz de su linfa, suena acordada
La armoniosa caña
Y difunde su aroma la diamela;
Un aire leve purifica su oriente.
Aquí el círculo de tu pena*,
No puedes oir su voz.

Homero aurora de rosados dedos, tópico usual, línea afamadísima del primer poeta griego.

Proverbio 6,9 se lee a la tarde del día ya que oscurecía en la oscuridad y tiniebla de la noche.

Salmo 84, ( desde el versículo 6, versión antigua ) se lee: atravesando el valle de lágrimas ponénle por  fuente cuando la lluvia llena los estanques.

 Círculo estoico , laberinto circular .


Motivo de las hojas


Motivo de las hojas

 a César Aira

Un aire leve las conmueve apenas
Enjugaron silencios, lentos,
Lluvias grises
Han bebido su hiel
Han escalado sangres
Ha sido hienas de la tarde el viento.
Un verdor casi huido sobre el álamo ríe
Es el sueño del árbol que ha rendido
En el tallo su luz, y en él sus rayos
Y en él canta nocturna transparencia;
Aun más vencido,
Ya regalado de unos tenues oros
Que unge de mar el mar, las hojas.

A un arroyo que corre


A un arroyo que corre

a Gabriel Landoni

Vierte rumor de mundos indistintos
Y amparo de ciudad deshabitada;
El proceloso mar no es tu morada
Ni la blanca llanura tus recintos.

Te agrada en cambio la apartada fuente
Que llora su color, cristal nimbado,
O porque alguna estrella te ha mirado
Y se ha dormido en ti su luz riente.

El número verbal, la paz arcana
Alivian tus calladas agonías;
Como el otro pastor de la palabra

Que muda el lirio en apariencia vana
Y a la cinérea dalia en alegrías
Igual despierta, que la tarde labra*.


* debe entenderse aquí como en la línea de Ernesto Romano: la tarde hace sola su tarea.

A ti mismo


A ti mismo

                                         a Luis Alberto Ballester

No te perdonarán las horas*
En que has vivido muerto;
Los días pasarán como la flor-aljaba
O cual la flecha que detiene la aljaba;
La nieve besarás en los pies de una niña
Y aun la alegría ha de darte lágrimas
Para mirar las nubes plateadas vagar
Por el espacio inmóvil; “la noche ahora está llena
De orejitas que escuchan”*.
Es el invierno, ya no caen las espléndidas magnolias aromadas
Y un viento helado templa los desnudos maderos.
¿Adonde huyó la náyade desnuda?
Y el blanco toro a la mojada ninfa
Hurto la mansedumbre y el olvido*.

* Mal te perdonarán a ti las horas que limando están los días , los días que royendo están los años. Góngora.
                                                                                    

  * Yo solía frecuentar en su casa de la calle Charcas la amistad de Luis Alberto Ballester, una mañana me acercaba ya al umbral de su puerta y él salía y cuando iba yo a saludarlo me dijo asombrado y elocuente éstas palabras de la poeta griega Safo, las pronunció en castellano: “la noche está llena de orejitas que escuchan” te das cuenta  

* que el nivio toro a la de cien ciudades
  Creta conduzco la robada ninfa
  las náyades a las aguas de la fuente.
                 Marcelino Menéndez y Pelayo.

Canción para despertar a una niña



Canción para despertar a una niña

                                                                                    A Rafael
Hay una clara tarde celeste
Del mes de mayo
En que tu pena crece;
El viento se concilia con ella, y numerosa
Da la simiente al surco
Pequeña, constelada;
El viento amado;
¿ Y quién podrá cantarte?
De las arenas de las Escrituras
Y el amarillo cántaro hasta el álamo tenue
Se posa delicado, otro color en su hoja
lacios cabellos líquidos
las nubes